Sábado en la tarde, todo va viento en pompa. Te has tomado el tiempo para planificar y preparar tus alimentos de la próxima semana, y nada se interpondrá en tu camino de salud y bienestar. Bueno, nada excepto la merienda de los domingos en casa de tus padres.
Cuando llegas te saludan con los abrazos más cálidos, las sonrisas más grandes y una merienda de papas fritas, galletas, dulces y pasteles. Tus padres no solo te ofrecen gentilmente todo lo que quieras comer, sino que también tienen el bonito el detalle de empacar una bolsa de golosinas deliciosas para tus hijos.
Y así comienza, la clásica historia de amor y odio con tus comidas favoritas. Y es que parece imposible poder dejar de lado estos alimentos que tanto nos gustan.
Los alimentos llamados “activadores” son cualquier alimento que «desencadena» una respuesta emocional y compulsiva. En la mayoría de los casos, estos alimentos contienen grandes cantidades de grasas, sal o azúcar.
Estos alimentos están biológicamente diseñados para mantenernos comiendo. El azúcar, por ejemplo, estimula el centro de recompensa del cerebro a través de la dopamina, lo que nos deja deseando cada vez más, y es por eso que sin darnos cuenta, pensamos en comernos una porción de chocolate y en un abrir y cerrar de ojos, nos hemos comido toda la barra.
Entonces, ¿cómo podemos mantener estos factores activadores bajo control?
Prepara tu entorno para el éxito
Retirar alimentos de tu hogar, oficina o automóvil para evitar consumir la bolsa de dulces de una sentada NO significa que seas débil o que no tengas fuerza de voluntad. ¡En realidad significa que tienes la habilidad de crear ambientes de éxito!
Escúchate
Tómate el tiempo para analizar y preguntarte por qué estás comiendo: ¿tienes hambre, estás estresado, aburrido/a o has tenido un día largo/agotador? Después de esas primeras mordidas, ten en cuenta qué emoción o deseo estás alimentando, ya que esto puede ayudarte a dejar de lado ese pedazo de pizza que quedó de la noche anterior, y más bien ayudarte a elegir una ensalada fresca. Si después de tomarte el tiempo para analizar, llegas a la conclusión de que realmente no tienes mucha hambre, opta por alejarte de la tentación y disfrutar de una actividad de cuidado personal, como leer un libro o darte una buena ducha.
Crea confianza
Comienza a desarrollar confianza a través de poner en práctica experiencias donde sepas que puedes ejercer con éxito el control de las porciones. Por ejemplo, comer patatas/papas fritas en casa es más tentador, y muy probable de que acabes comiendo más cantidad de la que quisieras, en cambio, si pides un sándwich de pollo a la parrilla con papas fritas en un restaurante, solo comerás lo que está en tu plato. Al exponerte de forma progresiva a los alimentos que percibes como malos o tabú, puedes comenzar a encontrar la paz con moderación y ¡liberarte del ciclo de culpa!
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